Los supervivientes al 'cerrojazo' de la renta antigua


El comercio local ha sido para Granada uno de sus principales reclamos turísticos, un sector que ha dotado de una gran personalidad y gentío a las calles más céntricas del casco histórico. A partir del 1 de enero de 2015 muchos de los negocios tradicionales del casco histórico tuvieron que dar el 'cerrojazo' o trasladarse a un nuevo local por la supresión de la prórroga forzosa en los contratos de arrendamiento, celebrados a partir del 9 de mayo de 1985. 

En la provincia de Granada existían alrededor de 1.600 comercios de los que han tenido que cerrar más de 800 establecimientos desde enero de 2015. Por tanto, sólo el 50% de los comercios han podido persistir en su actividad, según datos de Ángel Rodríguez, presidente del Centro Comercial Abierto de Granada. 

El 80% de los comercios supervivientes han tenido que buscar otro local más asequible para trasladar su negocio, normalmente situados fuera de las calles principales. El 10% de los comercios que han seguido luchando han tenido que conformarse con una renta con una subida que va del 300% -multiplicada por tres- al 1000% -por diez- frente a una situación de consumo que Rodríguez acuña de "pan para hoy y mucha hambre para mañana". El presidente del Centro Comercial Abierto asegura que se conocen casos de comerciantes que, pagando 2.000 euros al mes, se le estaban pidiendo 20.000 euros al menos para continuar, algo que ha propiciado su cierre o lo harán en cuanto haya sentencia.El 10% de los comerciantes se encuentran inmersos en procesos judiciales. Si trasladamos estos datos a terreno nacional, la plataforma 'No al Cerrojazo' que también preside Ángel Rodríguez, sólo conocen dos casos donde se les da la razón al inquilino del local. "Las sentencias judiciales no han querido profundizar sobre la interpretación de la ley y, en consecuencia, han abandonado a su suerte al inquilino". 

Según informan desde la plataforma, un gran número de los afectados no inició el proceso judicial en su día debido a los altos costes medios de un juicio en primera y segunda estancia, alcanzando cifras de hasta 15.000 euros. Rodríguez recuerda que desde la plataforma piden "un mecanismo conciliador, ante una ley mal hecha e incompleta, que arbitrara entre propietarios e inquilinos y que garantizara una subida lógica que permitiera la subsistencia de los establecimientos tradicionales o que facilitase su reubicación compensando el fondo de comercio generado durante años y el traspaso pagado en su día". 

Hablar de comercios como Librería Estudios en la calle Mesones, López y Copete en Jáudenes o Antonio Segura de calle Salamanca es hablar de 'cerrojazos' tras años de trabajo en el centro comercial de la capital. Tras los traslados aparecen nombres como Joyería San Eloy en Reyes Católicos, Los Guerrilleros de Trinidad o el Bar Soria ubicado en la misma plaza. Unos comercios que han sido partícipes de la seña de identidad del casco histórico de la ciudad, muchos de ellos ya cerrados pero manteniendo casi fosilizados los pintorescos letreros de la época en la que abrieron para brindar un servicio personalizado a la ciudadanía.


Rafael Rodríguez. Ultramarino Oliver: "Los frutos secos son la base de mi negocio"

Rafael Rodríguez lleva 20 años regentando un local que  desde 1850 ha formado parte de la fisionomía de la Plaza de la Trinidad. Un negocio que ha pasado de generación en generación por la familia Oliver. Baldomero, su último tendero, acabó con el legado Oliver  tras 45 años de servicio al traspasarle hace ya 20 años el local a la madre de Rafael, Flora Rodelas quien desgraciadamente falleció a los dos años de su traspaso quedando en manos de Rafael con tan solo 19 años. La familia comenzó con un contrato nuevo por lo que la renta antigua no les afecta, y han podido renovar recientemente el contrato por veinte años más. "Me siento un privilegiado por venir todos los días aquí y todo se lo tengo que agradecer a mi madre", apostilla este trabajador quien asegura que el trato con sus clientes es muy agradable. "La base del negocio son los frutos secos, lleva siendo así desde los 60, aunque ahora se han añadido productos complementarios como el aceite y el vino local". La clientela de este luminoso espacio que cubre sus paredes con estanterías de madera restaurada, es básicamente del barrio. "Son clientes de toda la vida que tienen sus preferencias muy marcadas. 
'El Oliver' no se ciñe a la venta local, sino que abre sus puertas al mercado nacional y extranjero, "Madrid y Barcelona son destinos muy frecuentes, pero también llevamos paquetes a Italia, Francia o Italia". Según su tendero, estos paquetes suelen enviarse a granadinos que han tenido que emigrar por motivos de trabajo y que siguen demandando el rico maní de su tierra. "Lo que más me emociona son los abuelos que traen a sus nietos a la tienda y les cuentan que en sus tiempos ellos hacían lo mismo con los suyos".


Salvador Fernández. Comestibles San Agustín: "Quiero traspasar la tienda para jubilarme"

La calle Baratillos es uno de los principales nexos de la plaza del mercado de San Agustín. Allí se ubica la tienda de Salvador, probablemente una de los pocos ultramarinos que se conservan con tal solera en la ciudad. "Llevo aquí desde el año 89 y cuando empecé, había cinco tiendas como esta en el barrio", asegura el comerciante. Este vecino de La Zubia llevaba veinte años dedicándose al oficio de tendero cuando conoció a los hermanos que con anterioridad regentaba esta tienda de comestibles, "ellos querían traspasar el comercio para jubilarse y en el 89 comencé con el negocio". Salvador reconoce que continúa con la renta antigua "pero a duras penas con el propietario". Entre vitrinas llenas de conservas, este trabajador no se explica cómo continúa con el ultramarinos después de que el propietario del edificio, recientemente reformado, le haya amenazado con llevarle a juicio. "Las personas que regentamos este tipo de comercios ya tenemos una edad y lo único que queremos es concluir nuestra vida laboral sin trabas y con la mayor dignidad posible".
Entrar en la tienda de Salvador es trasladarse a los primeros años del siglo XX, etapa en la que se abrió este local, allá por 1906. Este dependiente tiene una clientela fija, la mayoría son del barrio y aunque las grandes compras las hagan en grandes superficies, "el cliente viene aquí a por productos muy específicos de conservas, embutidos o productos de temporada". Este tipo de negocio funciona, aunque con dificultad a raíz de la crisis que lleva azotando al país desde 2007. Salvador cuelga en su puerta el cartel de "se traspasa", esperando a una persona que con ilusión haga del local de calle Baratillos su negocio y modo de vida, tal y como lo hizo él hace ya casi 30 años. 


Montse Sánchez. Los Guerrilleros: "La clientela es tan variada como el género"

La zapatería Los Guerrilleros de la céntrica Plaza de la Trinidad es considerada uno de los comercios más emblemáticos de la ciudad, pese a verse visto obligado a trasladarse hace poco más de un año a un nuevo local situado en la calle Alhóndiga. Ana y Patricia Sánchez son hijas del propietario original de la mítica tienda de Trinidad y han querido continuar con el legado de su padre tras aprovechar el cierre de la tienda para jubilarse.
"Durante 50 años la zapatería ha funcionado muy bien, no me perdonaría no continuar con este negocio familiar", comenta Montse. Los Guerrilleros se han convertido en una marca, ya que existen sucursales en Guadix, Motril, El Ejido y hasta Madrid, todas regentadas por miembros de la familia Sánchez. La propietaria asegura que no se consideran franquicia pero todos venden el mismo producto, compran a los mismos proveedores y mantienen precios similares. Según cuenta Montse el género es muy diverso: "Aquí puedes encontrar desde zapatos para el campo hasta tacones por lo que no existe un perfil concreto de cliente". "Antiguamente la parada del taxi que venía de los pueblos se situaba justo al lado de la tienda de mi padre. Así que la gente aprovechaba la visita al médico para comprar después en Los Guerrilleros", argumenta la propietaria, quien asegura que muchos de sus clientes provienen de los pueblos. El origen del nombre no está claro del todo, pues su padre nunca quiso desvelar el motivo por el que se escogió dicho nombre. "Mi tío -el que montó la tienda en Madrid- fue el que ideó este nombre para la empresa familiar y cuentan  las voces de mi familia que allá por los años 60, Manolo Escobar protagonizaba una película que casualmente se llamaba Los Guerrilleros...".


Manuel Molina. Espartería San José: "Encontrar esparteros es una tarea muy difícil"
La calle Jáudenes se tiñe de verde oliva a su paso por la Espartería San José, un negocio que sobrevive de la venta de esparto y piezas de mimbre desde el año 1906. Generación tras generación recayó en Manuel Molina, actualmente jubilado, que asegura que esto es un negocio totalmente familiar, pues ha pasado por las manos de su abuelo, su padre y actualmente las de su hijo. "No existe en toda Andalucía una espartería de estas características", afirma seguro su anterior encargado. Lo que también resulta cierto es la vasta cantidad de productos colocados dentro y fuera del establecimiento, recordando por momentos, las paredes de la casa de un pueblo de los años 40.
Una vecina interrumpe a Manuel preguntando por una mesilla de madera, este amablemente la atiende, "aunque estoy jubilado siempre me dejo caer por aquí para echarle una mano a mi hijo". Respecto al tema de la renta antigua, Manuel no responde con especial ilusión: "cuando entré en el negocio hice un contrato previendo lo que podía pasar con la Ley de renta antigua. Con este contrato, esta ley no le tendría que afectar pero Manuel asegura que el propietario actual del edificio lo quiere echar, aun así continúan con el negocio legalmente. Su clientela es "la de toda la vida", en su mayoría mujeres  que compran productos para el hogar y los clásicos bolsos de mimbre "que lo mismo valen para un roto que para un descosido". Manuel afirma que "vive gracias a los granadinos". La mayor dificultad a la que se enfrenta este negocio es la de buscar personas que trabajen el esparto y el mimbre. "Las personas que trabajan estos materiales suelen ser muy mayores y residir en pueblos, lo que dificulta todo el proceso de comunicación. 

20 agosto 2016 - Granada Hoy

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