Zafarrafa, una alfombra verde llena de espinas

  • El pueblo más pobre de España goza de una rica producción agrícola basada en el cultivo de regadío · La economía sumergida y el cobro del PFEA sobrevuela en un municipio donde sus habitantes afirman vivir bien



    La alfombra verde que cubre la entrada de Zafarraya es la carta de presentación de un pueblo que basa su modelo productivo en la agricultura y que en las últimas semanas ha cobrado un protagonismo envenenado por ser el pueblo más pobre de España. El motivo por el que este municipio ubicado al sur del poniente granadino sale a debate tiene que ver con los últimos datos de la estadística del Ministerio de Hacienda, que coloca a Zafarraya en la última posición con la renta per cápita más baja de toda España, lo que equivaldría a 10.293 euros de media por habitante. Pero ¿qué realidad hay detrás de estos datos más allá de pensar en términos como economía sumergida, el antiguo PER o actual PFEA o mano de obra barata?



    Para empezar hay que dejar claro que entre los vecinos hay una percepción unánime: la buena vida que se respira en el pueblo. "Aquí no nos falta vivienda ni coche y el que no tiene un segundo vehículo es porque tiene casa en la playa" asegura un vecino. A la pregunta de si existe economía sumergida en el pueblo muchos prefieren no contestar. Aún menos dar nombres.



    Atrás queda una basta cantidad de cultivos de regadío y la plaza del Ayuntamiento ya se vislumbra a escasos metros de la entrada del pueblo. El trasiego de camionetas y personas con monos de agricultor no cesa bajo la atenta mirada de un grupo de jubilados reunidos en corrillo sentados sobre una fuente. ¿Qué les parece que Zafarraya sea el pueblo más pobre de España?. La pregunta no gusta a los vecinos que se muestran convencidos de que los datos no se corresponden con la realidad. ¿Significa esto que hay economía sumergida y cobros del PFEA? El semblante de muchos dice más que cualquier contestación. La mayoría se retira de la conversación. Solo dos personas creen que existe una idea muy mala del pueblo. "La economía de Zafarraya varía dependiendo de la campaña de cada año. Al no existir industria, si la cosecha va mal el pueblo cae económicamente". El vecino que contesta recuerda que los datos publicados corresponden a 2013, fecha en la que hubo una gran tormenta que acabó con todas las cosechas de la zona, lo que explicaría el descenso de la producción agrícola en todo el pueblo. Finalmente el grupo desvía la conversación negando que existan posibles irregularidades en el pueblo así que se afanan en defender la legalidad y la vinculación de la renta con la cosecha. 



    Zafarraya cuenta actualmente con 2.040 habitantes, según datos del INE de 2015. De este total, 1.683 son españoles y 357 extranjeros, lo que supone un 82,5% de población nacional frente a un 17,5% de población extranjera. Hay un total de 122 personas desempleadas según los datos del Servicio Público de Empleo del pasado mes de junio. Debido a su reducida población, no es difícil cruzarse con otros vecinos con opuesta opinión sobre su pueblo. "Éste no es el pueblo más pobre de España, aquí existe mucha economía sumergida", así de tajante se presenta una vecina que sale de la puerta del Ayuntamiento. Ella, junto a dos vecinos más que también se abstienen de dar el nombre, no tienen problemas en reconocer el buen nivel de vida que existe en el pueblo, y afirman que los datos de la Agencia Tributaria no se corresponden con la realidad. "Mi marido es autónomo y tiene dadas de alta a dos personas que están cotizando por seis euros la hora. Sin embargo un inmigrante que tiene arrendada las tierras a su lado, mete a diez paisanos por tres euros la hora y nadie dice nada".



    Entre los tres comentan que la clave está en que las personas que tienen verdaderamente que declarar, no lo hacen. "Dicen que hay mucha pobreza, que estamos a la cola del país, pero ¡cómo no va a haber pobreza si cada año vienen más de mil inmigrantes al pueblo!", exclama. Otra de las mujeres asegura que la mayoría de los vecinos tienen segunda vivienda y que el nivel de vida es bueno en el pueblo. "Aunque el dinero lo hayan ganado dignamente, existen numerosas tretas para cobrar el PFEA y ganar dinero por otro lado". Y otro apunta alguna de estas estrategias: "Los inmigrantes cobran tres euros la hora, hay veces que ni cobran y trabajan por un bocadillo, un paquete de tabaco y por tener un suelo donde dormir, pero luego su patrón le echa la firma y se va a Marruecos cobrando el PFEA".



    Esto genera también un enriquecimiento de los migrantes que llegan a Zafarraya, lo que les posibilita llegar a comprar casas para alquilarlas a sus paisano.La competencia desleal que anuncian muchos de los habitantes del pueblo es un problema de lo más extendido. Comenta otro vecino que "los inmigrantes llegan el primer año como jornaleros pero el segundo ya son arrendatarios y aquí es cuando surge el problema", dice mientras afirma que casi un 90% de los arrendatarios de tierras son inmigrantes, algo que puede apreciarse desde que uno va introduciéndose en el pueblo."Se están haciendo con el poder, están comprando casas por el centro y también compiten en este terreno, compran casas viejas en el casco antiguo y meten a más de 20 personas dentro de la casa". 



    Estos vecinos salen del Ayuntamiento y apuntan otro problema que se suma al entramado de la economía sumergida, al cobro del antigo PER de manera irregular o a la mano de obra barata. Los habitantes de la zona han detectado el uso 'indebido' de una nave situada en Carretera de Ventas (a la salida del pueblo) que fue alquilada para almacén y que se está empleando para actividades de culto, algo que la licencia de obras concedida por el Ayuntamiento de Zafarraya no contempla. A este problema los vecinos suman las concentraciones masivas de personas en la zona que dificultan el paso por la vía pública, así como trifulcas, ruidos, suciedad y venta de alimentos perecederos sin licencia alguna. Los tres vecinos recalcan que bajo ningún concepto es una visión racista sino una llamada a los derechos pero también deberes por parte de estas personas dentro del pueblo.



    Sin más recorrido que dar la vuelta a la esquina nos encontramos con un bar que posiblemente sea de las ubicaciones con más afluencia de todo el pueblo. En su interior conviven oriundos y migrantes, todos en perfecta sintonía pero sin apenas interacción entre ellos. La única mujer del bar es la cocinera y la media de edad de los allí presentes supera con facilidad los 50 años, un factor sintomático en muchos pueblos de la provincia, el envejecimiento de la población. En la primera intentona de introducir en la barra el debate, grita un parroquiano: "¡Que os lo cuente la alcaldesa, que es quien tendría que mirar por su pueblo y no los trabajadores!".



    Pasados algunos minutos y tras varias entradas fugaces de migrantes que se limitan a pedir un tercio de cerveza y marcharse, alguno de los lugareños se presta a hablar. Curioso el inicio de uno de ellos, "¿economía sumergida?, no soy quien para hablar mal de mi pueblo pero basta con ir hacia las afueras del pueblo, ver el 'tejemaneje' de los cultivos, el aspecto de casas y coches... Si no quieren hablar, algún motivo tendrán".



    De nuevo aparecen frases como la que un jornalero pronunció bajo un tono de frustración y que anteriormente había sido comentada por una de las vecinas: "Soy autónomo, cada vez me cuesta más trabajo encontrar tierras, porque los arrendadores prefieren arrendarlas a inmigrantes y obtener por ello un mayor un beneficio. Tengo a dos personas trabajando conmigo, están dadas de alta y cobran seis euros la hora. Tanto mi mujer como yo trabajamos la tierra al igual que ellos pero ves cómo a tu lado están trabajando diez personas, normalmente marroquíes, dirigidos por un paisano suyo que es arrendatario, cobrando la mitad y muchas veces ni eso".



    En el debate entra la única mujer del bar, preocupada por la lacra que está viviendo la educación en Zafarraya, pues tanto ella como Estefanía Ruiz, madre del AMPA del colegio público Enrique Tierno Galván, denuncian la existencia de un atraso en el avance de las materias. Con un total de treinta alumnos (superando en dos el máximo permitido) existen veintiún niños con el nivel adecuado, nueve con nivel de primero de Primaria y uno de Infantil. Y apuntan el nivel tan bajo de castellano de los hijos de migrantes que en muchos de los casos llegan con el curso ya comenzado y sin una práctica fluida del castellano fuera de la escuela. Dice Estefanía que este problema ya se ha solucionado, ya que para el año que viene se ha establecido un desdoble para apoyar a los alumnos que lleguen nuevos en la próxima campaña. Todos saben que la educación es la base de un futuro más prometedor.


    31 de julio 2016 - Granada Hoy

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